El fútbol, el fenómeno sociocultural más popular del mundo, es uno de los deportes más conservadores que existen, no solo en cuanto a sus reglas, sino también en el discurso de buena parte de sus protagonistas jugadores, periodistas e hinchas.
Desde hace décadas, buena parte de la prensa deportiva de Argentina, futbolistas en actividad, exjugadores y muchos de los aficionados repiten como dogmas conceptos tan arcaicos y falsos como «las finales se ganan», como si alguien saliera al campo a perderlas; «es un equipo ofensivo porque mira permanentemente el arco contrario», como si defender no fuera tan importante como atacar; «es importante consolidar una formación de memoria», como si fuera una herejía cambiar jugadores de acuerdo a cada circunstancia; o «los jóvenes ganan partidos y los grandes campeonatos», como si la edad fuera una limitante para disputar un choque decisivo.
Con su consagración en Qatar, el cuerpo técnico de la selección argentina quemó literalmente todas esas supuestas verdades arrumbadas en la vasta biblioteca del fútbol. Y su líder, Lionel Scaloni, se convirtió, por lejos, en el entrenador que mejor supo leer las necesidades de Lionel Messi con la camiseta albiceleste.
Scaloni, formado también en las divisiones menores de Newell’s Old Boys, como el astro futbolístico, integró el staff técnico de quien fuera seleccionador argentino en Rusia 2018, Jorge Sampaoli. Aquella fallida experiencia era la única que acreditaba en su currículum como entrenador (como jugador había tenido una buena carrera en equipos europeos).
Concluida esa Copa del Mundo, Claudio Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), quien había observado el «buen feeling» que Scaloni tenía con los jugadores, le propuso continuar como seleccionador interino y él no desaprovechó la oportunidad, pese a la andanada de críticas que recibió de parte de la «cátedra periodística» y de muchos de sus colegas.
El inexperto técnico entendió todo, incluso lo que sus antecesores, con mucha más espalda que él, no habían podido o sabido. Comprendió que era hora de un recambio generacional en la selección y, sobre todo, que era necesario rodear a Messi de un equipo que lo contuviera y lo hiciera brillar en plenitud, incluso en la recta final de su carrera.
Lionel Scaloni demostró que se puede ser un seleccionador campeón mundial sin tener la más mínima experiencia, pero sí mucho conocimiento del juego, trabajo, humildad y capacidad de gestión de egos. El técnico también rompió el paradigma de «la formación de memoria», al armar su oncena según las propias virtudes, claro está, pero también teniendo en cuenta debilidades y fortalezas del rival. Y, de manera indirecta, hizo añicos otro, al incluir futbolistas jóvenes pero con una gran actualidad (en Europa) y con la personalidad necesaria para arropar a Messi y hacerse cargo del equipo cada vez que se necesitara. Enzo Fernández y Alexis Mac Allister fueron los dos ejemplos más emblemáticos en el Mundial de Qatar.
Con sabiduría y sentido común, Scaloni vio que no siempre la pelota debía terminar en los pies de Messi, sino que había que darle una estructura y un sentido colectivo al equipo para que su máxima estrella pudiera alumbrar más y mejor. Su trabajo se empezó a ver paulatinamente en 2019, se coronó con el título de la Copa América en 2021 (tras vencer a Brasil en la final, en el mismísimo estadio Maracaná) y se eternizó en 2022 con las conquistas de la Finalissima (con baile ante Italia en Wembley) y del Mundial qatarí.
Que no contaba el himno, que andaba cabizbajo por la cancha, que no era líder, que no destacaba como en Barcelona… Decenas de críticas cayeron como lluvia en la humanidad de Messi en su extenso derrotero con la selección argentina, surgidas del exitismo de un deporte, como el fútbol, que solo en la victoria parece legitimar a sus protagonistas. Con perfil bajo, y sin responder a los agravios ni buscar revanchas contra aquellos que lo destrozaron, Scaloni supo mejorar a la gran estrella de su equipo, fue su mejor intérprete y, sobre todo, le enseñó a sonreír con la camiseta albiceleste.