Hace semanas, cuando anunció que a los 36 años pondría punto final a su carrera europea para ponerse la camiseta de Inter Miami CF, Lionel Messi afirmó sin pelos en la lengua que le había llegado la hora de disfrutar de un fútbol con menores presiones que el que durante casi dos décadas había tenido que afrontar con el español Barcelona, el francés PSG y la selección de su país.
Quienes lo conocen aseguran que el astro argentino es un animal competitivo y que en su ADN futbolístico están marcados a fuego, entre otros atributos, el disgusto, cuando un entrenador le impide completar los 90 minutos de un partido, y las ganas de ganar toda competición que se le presente a su equipo.
Por ello, declaraciones al margen, nadie duda de que Messi ya tiene seteado en su mente su nuevo desafío: hacer competitivo a un equipo que hace 10 partidos que no gana en la Major League Soccer (MLS) y que marcha último en la Conferencia Este.
El conjunto de Florida, que el sábado último empató 2-2 con DC United, tiene 18 puntos, producto de una campaña de pobres números: cinco victorias, tres empates, 13 derrotas, 22 goles a favor y 33 en contra.