En la vasta historia del fútbol mundial, pocos duelos han capturado la imaginación de los fanáticos y generado debates apasionados como la rivalidad entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Durante más de una década, estos dos astros del balón han dejado su huella en el deporte rey, desafiando los límites de lo posible y redefiniendo lo que significa ser un jugador excepcional. Su enfoque inquebrantable y su búsqueda constante de la grandeza han convertido su duelo en una leyenda viva.
Desde los primeros enfrentamientos en la Liga española, en la que el argentino representaba a Barcelona y el portugués a Real Madrid, quedó claro que se estaba en presencia de algo especial. Sus estilos de juego únicos y contrastantes eran el caldo de cultivo perfecto para una rivalidad feroz pero respetuosa. Mientras «La Pulga» impresionaba con su destreza técnica, agilidad y capacidad para regatear a múltiples defensores, «CR7» desplegaba una potencia física imponente, velocidad explosiva y un olfato goleador sin igual.
A medida que ambos jugadores alcanzaban nuevos récords y cosechaban títulos, sus fanáticos se dividían en dos bandos, defendiendo con pasión a su favorito. Las discusiones se desataban en bares, foros en línea y programas deportivos de todo el mundo. ¿Messi o Ronaldo? ¿Quién era el mejor? Los números y los logros hablaban por sí solos, pero la rivalidad trascendía más allá de los simples datos estadísticos.
En 2018, Ronaldo dejó Real Madrid para unirse a Juventus, llevando consigo la rivalidad a la Serie A italiana. Mientras tanto, Messi se convirtió en el líder indiscutible de Barcelona, acumulando más títulos y reconocimientos individuales. A pesar de sus caminos divergentes, la competencia entre ellos se mantuvo intacta, y cada temporada la pregunta persistía: ¿Quién dominaría en su ausencia?
Respeto y admiración, dos sentimientos que prevalecieron en la rivalidad entre Messi y Ronaldo.
La rivalidad Messi-Ronaldo ha sido un catalizador para el mejoramiento mutuo de ambos jugadores. Cada uno ha impulsado al otro a alcanzar nuevas alturas, a superarse y a mostrar una consistencia asombrosa. Su deseo inquebrantable de ganar, combinado con un talento innato y una ética de trabajo incansable, los ha catapultado a la cima de la jerarquía futbolística mundial.
Pero más allá de la competencia, los dos han demostrado un profundo respeto mutuo. A lo largo de los años, se han elogiado públicamente, han intercambiado camisetas y han expresado admiración por las habilidades y logros del otro. Han comprendido que su rivalidad ha sido un regalo para los fanáticos del fútbol en todo el mundo, un espectáculo que ha trascendido las barreras de clubes y nacionalidades.
Sus números son a todas luces deslumbrantes y sirven solo para que sus fans argumenten las razones de su favoritismo. Hasta el momento (junio de 2023), el rosarino ha cosechado 43 títulos en su carrera (35 con Barcelona, tres con el francés PSG y cinco con la selección argentina) y marcado 807 goles, mientras que el de Madeira conquistó 32 estrellas (30 con sus equipos y dos con su representativo nacional) y es el máximo artillero de todos los tiempos, con 838 anotaciones.
Con el paso del tiempo, el ocaso de sus carreras se acerca. Messi, transportando en su maleta el título mundial con la selección argentina absoluta que buscó toda su vida, y que logró a los 35 años, se apresta, ya con 36, a iniciar su ciclo como jugador de Inter Miami CF, apostando a un fútbol con menores presiones y exigencias que las que soportó desde que debutó en España. Y Cristiano Ronaldo, que transita sus 38 primaveras, quiere seguir rompiendo redes en Al Nassr, el equipo que lo eligió tras el Mundial de Qatar como punta de lanza de un ambicioso proyecto de expansión de la Liga árabe.
Nadie sabe si se reeditarán nuevos enfrentamientos entre ellos. Pero sí queda la certeza de que, cuando se cierren los libros y se reflexione sobre este período dorado, la rivalidad entre el argentino y el portugués será recordada como un capítulo legendario en la historia del fútbol.